lunes, 27 de octubre de 2008

Los abuelos y los hijos

Estoy leyendo un libro de Leguineche: El club de los faltos de cariño. Me apasiona la manera que tiene Leguineche de mezclar, en un sólo título, experiencias en conflictos de países lejanos y breves crónicas costumbristas. Me gusta más aún porque muchos de sus párrafos hablan de Brihuega, de Trillo, de Cañizar, de la campiña guadalajareña. Me gusta El club de los faltos de cariño porque, si el señor Leguineche me permite la comparación (que tampoco creo le perjudique) la manera de estructurar el libro se parece mucho a un blog: mezcla temáticas muy diversas, no tiene establecida una duración determinada para cada epígrafe, retoma, amplía y complementa, al final del libro, temas tratados al principio.

En uno de los primeros "capítulos", titulado "Elías", en el que habla de un amigo campiñero que se lamenta por la escasa orientación a los estudios de su hijo, Leguineche dice una frase que, aquí sentada en mi vagón del metro, entre Diego de León y Avenida de América, me arranca una sonrisa de ternura.

"La razón por la que los hijos y los abuelos se llevan tan bien es el enemigo común"

A lo mejor al enemigo no le haría tanta gracia la frase.

Pero a mi me recuerda los larguísimos veranos en Gajanejos, con mi abuelo Julián y mi abuela Julia. Era genial cuando llegaba el domingo y la casa era toda nuestra, de mis abuelos y mía. Cuando mi abuela decía: "vete ya a la calle, ya limpiaremos el polvo cuando vaya a venir tu madre". Cuando, a pesar de la insistencia de mi madre para que volviese a casa cuando el reloj daba las 12, los abuelos no miraban el reloj. Cuando mi abuelo iba "donde las gallinas" a por para un gorrión para jugar... "Torta mató a Paula, Paula mató a tres, tres mataron a cinco, y cinco mataron a tres. Tiré al que vi, mate al que no vi, comí carne no nacida, asada con palabras del espíritu santo, y bebí agua de una pila que no estaba en el cielo ni en el suelo". Historias de "torrendillos", las patatas del asado de Jadraque, los 7 cabritillos, el recién casado que cada día estaba más flaco... las he oído 1000 veces y todavía siguen haciéndome gracia con su voz.
Esa complicidad sólo puede tenerse con un abuelo. Haz lo que quieras que yo no digo ni mú.


He tenido la inmensísima suerte de ser la nieta mayor de unos abuelos jóvenes, y sigo teniendo la suerte, a mis 28 años, de tener a todos mis abuelos. He tenido la suerte de disfrutar de ellos y que ellos disfruten de mi, de aprender de ellos y con ellos, de reírme a carcajadas, jugar, comer, ver los toros y Mira Quién Baila, de sentir esa complicidad del enemigo común....

viernes, 24 de octubre de 2008

A la porra con el Halloween

A veces me ocurren cosas que me hacen pensar ¿en qué mundo vivo?, ¿seré un bicho raro? Llegadas estas fechas, en mi oficina se vuelve costumbre preguntar "Y tú, ¿qué vas a hacer en Halloween?". Mi respuesta a veces peca de impertinente: "¿Es que hay que hacer algo?".

Qué lástima... un pueblo (este de Madrid) que ha perdido todas sus tradiciones, que no conserva ni una sola fiesta popular, que en lugar de hacer lo posible por recuperarlas, adopta las que no son suyas, tomándolas como si lo fuesen. Desaparecidas por imposición del Ayuntamiento de Madrid las fiestas del Dos de Mayo, abandonadas a su suerte las de San Isidro, a día de hoy los festejos más arraigados de la ciudad son los desfiles del ejército y las manifestaciones más variopintas.

¿Es que no hay aquí folklore, fiestas y celebraciones suficientes, que es preciso adoptar las americanas?. Si te gusta disfrazarte... ¿por qué hacerlo en octubre y no en febrero?. Me encanta ver cómo en Andalucía los jóvenes participan activamente en la Semana Santa, cómo los valencianos viven con emoción sus Fallas, por no hablar de los vascos, que merecen mi total admiración en lo que se refiere a mantener vivas y recuperar tradiciones.

Yo por mi parte seguiré disfrazándome en Carnaval, comiendo puches en los Santos y lo mismo hasta me animo y me como un mollete el Jueves Lardero.

martes, 14 de octubre de 2008

Medidor de indignidad de empleos

Medidor de indignidad de empleos

El señor Gallardón se ha decidido, en solitario, a acabar con la precariedad laboral en Madrid., prohibiendo el reparto de publicidad en la calle y los hombres-anuncio Sí, señor. Ya era hora de que alguien se preocupase de la calidad de vida y la salud en el trabajo. Menos mal que, aunque no lo hagan los sindicatos, está usted aquí para librarnos de tanto mal.

Imagino yo que ahora, después de los hombres-anuncio y los repartidores de publicidad, vendrán muchos más:

- Aquellos que trabajan sin contrato.
- Los que cobran, por imposición, la mayor parte de su sueldo en "B".
- Los "currelas" que aguantan calor en verano y frío en invierno.
- Los teleoperadores que no pueden levantarse de su silla ni para ir al baño.
- Los dependientes del Carrefour, que hasta los fines de semana tienen que trabajar a horas intempestivas.
- Los que día a día sufren acoso en el trabajo.
- Los maestros, presionados por sus alumnos.
- Etc.
- Etc.
- Etc.

Una vez cumplidos los objetivos de esta cruzada contra los trabajos indignos, abusivos y denigrantes... ¿será suficiente con los sueldos de los ministros, concejales, directores generales y pilotos de aviación para pagarnos a todos el paro?