miércoles, 28 de noviembre de 2007

133

Ayer, un obrero marroquí de 38 años fallecía en Quijorna (Madrid), al caer desde una altura de 6 metros. Ayer, un trabajador de 57 años murió aplastado entre un bidón y un camión en las obras del túnel de Bracons (Girona). Ayer, un hombre de 43 años murió al sufrir un accidente laboral en el Puerto Exterior de A Coruña. Con ellos, llegamos a la escalofriante cifra de 133 fallecidos por accidentes laborales en lo que va de año.

Démosle la vuelta a la historia, y pensemos que hubiera ocurrido si, en el día de ayer, ETA hubiese asesinado a 3 personas en 3 puntos distintos del país. Seguramente la portada del periódico no habría sido el premio concedido a David Bisbal, sino un gran lazo negro o una frase de condena. Pensemos cual seria el estado de crispación de la sociedad española tras haber perdido 133 vecinos a manos de una banda terrorista.

¿Por que?. ¿Acaso es que no todos los muertos valen lo mismo?. ¿El dolor de sus hijos será diferente al de aquellos cuyos padres mueren en un atentado?. ¿Será menor la soledad de sus mujeres y compañeras?. No. Muertos están, unos y otros, pero los de ayer suman ya 133, y no hay manifestaciones pidiendo que se inicien (o que no) negociaciones con los empresarios, ni nadie decide su voto por uno u otro partido en función de su política de seguridad en el trabajo. Seamos un poco coherentes, y protestemos en función de la magnitud de los problemas. No quiero con esto decir que el terrorismo sea menos grave que la inseguridad laboral, sino sencillamente que tomemos los mensajes con cautela, y sepamos valorar, por nosotros mismos, el tamaño de los problemas que afectan a nuestra sociedad.

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